No hay milagro, salvo el del convencimiento de la Fe. Esta es la historia de un sacerdote que ganó fama de “cura sanador” y hoy miles y miles de seguidores en todo el país acuden a sus misas de “sanación” y buscan conseguir su imposición de manos para curarse.
El padre Elías Cavero Domínguez nació en abril de 1953 en Barrientos de la Vega, un pueblito al norte de España, cerca de León. Aún conserva ese acento español, aunque más lejano, más mezclado con el “argentino”.
Fue en 1998 cuando el padre Elías formó la asociación de fieles Marana-tha, que en un antiguo derivado del arameo significa “¡Ven, Señor Jesús!”.
Fue cambiando de destino y llevando esta obra a diferentes puntos del país. Entre 1991 y 2005 fue párroco en la localidad de Santa Teresita, en el partido de La Costa.
Ya le contaré querido lector algunos otros datos destacables de su biografía, pero ahora quiero detenerme en decirle qué siente alguien de poca fe cuando se encuentra cara a cara con el padre Elías.
En una humilde capilla del pueblo de Las Toninas que tiene sobre el altar una curiosa imagen del Cristo crucificado con Dios que parece sostenerlo con sus manos como sogas entrelazadas y la cruz como si estuviera suspendida en el aire.
Allí, en ese predio, donde hay una casa de ayuda de la Comunidad Betel, este sacerdote da misa cada día de los que su actividad le permite estar en ese lugar.
Cuando Elías aparece frente al altar hay algo diferente que flota en el aire, hay como si muchas voces suaves ordenaran a los fieles presentes a fijar la vista en los ojos claros del cura.
Y él los mira a cada uno y su mirada resuelve parte del misterio, son los ojos de un hombre bueno, tristes y cansados de ver el costado doloroso de estos tiempos.
Hay decenas y decenas de historias confirmadas de personas que se han sanado después de asistir a las misas de Elías o haber recibido sus manos junto a sus plegarias.
El sacerdote oficia una misa participativa y obliga a los fieles a estar atentos cada vez que detiene su relato y pregunta “¿qué dije?”.
En un momento del oficio religioso Elías pide por la salud de los nombres que sus ayudantes anotaron en un papel y luego reza y otra vez repite con insistencia su lema, el que impuso a sus seguidores para andar en la vida: “¡Alégrate!”.
En cada puerta de la parroquia y de la casa de socorro, hay un letrero con esta advertencia. Elías repite “¡Alégrate!” y la gente sonríe, aun aquellos que fueron con su dolor a cuestas, con su pequeño o enorme drama personal.
Elías no es un milagrero, ni siquiera es un sanador al uso, es un repartidor de cuotas extras de Fe que convence a la gente que si paga en forma y tiempo, conseguirá su objetivo.
Cada día se acercan a su despacho personas llegadas del todo el país con la esperanza de conseguir su sanación o pedir por la de un pariente o amigo. Y él repite convencido de su devoción por la oración: “El problema de hoy es la falta de Fe y si la tienes puedes sanarte”.
Tal vez el tiempo demuestre que el padre Elías es un santo y en verdad su enorme fe puede sanar, pero por ahora es un cura muy especial, hijo de labradores en España que explica que la terapia espiritual de Jesús que él enseña a sus fieles “se complementa con el médico, el psicólogo y el psiquiatra. Hay que trabajar en conjunto y sumar a la oración y a Jesús”.
Activo en las redes sociales, el sacerdote va contando su ruta de Fe y cada día escribe un mensaje cargado del “¡Alégrate!”.
Conocer al padre Elías es una experiencia única, que puede enseñar a quienes no tienen fe, que ésta existe y que sólo con ella en el corazón, sus palabras sanadoras cunden efecto.
Un personaje de bajo perfil al que miles de creyentes acuden a pedir salud y él solo les devuelve Fe. Vale la pena conocer a Elías, un cura diferente con una mirada que sacude el alma.
V. CORDERO
http://www.laprensa.com.ar/475245-El-padre-Elias-es-mucho-mas-que-un-cura-sanador.note.aspx