Por la pandemia, la tasa trepó 5,4 puntos porcentuales respecto a diciembre último y 2 millones de argentinos cayeron en la pobreza en apenas 6 meses. Es el valor más alto desde 2005, cuando se ubicó en 44,3%.
En medio de la pandemia de coronavirus, y de la crisis sanitaria y económica que enfrentará el país que a su vez está sumido en su tercer año consecutivo de recesión, 18 millones de argentinos son pobres, es decir, el 40,9% de la población total del país. Y, de ellos, más de la mitad -el 56,3%- son niños de hasta 14 años.
Son 2 millones más de nuevos pobres que hace sólo 6 meses, si se proyecta el cálculo oficial a la totalidad de la población urbana y rural del país. Y, de ellos, los más afectados son los niños de hasta 14 años. según el Indec, el 60% de los chicos de esas edades es pobre.
La tasa de pobreza del 40,9% y de indigencia del 10,5% es la más alta en los últimos 15 años. Sólo fue superada en 2004 cuando en el primer semestre de ese año se contabilizó un 44.3% de la población sin los recursos básicos suficientes para vivir.
En octubre de 2002, el país se sumergió en su situación más crítica: el 57,5% de la población (unas 19,3 millones de personas en aquel entonces) eran pobres. Es, hasta el momento, el registro más alto de la tasa de pobreza desde la medición de este indicador que realiza el Indec desde 1988.
Cuánto son los ingresos para no caer en la pobreza y cuánto realmente tienen de ingreso los sectores pobres e indigentes
Para no ser pobre, en la Argentina una familia tipo (dos adultos y dos menores) necesitó en agosto contar con ingresos mínimos de $43.785. Esto incluye servicios básicos pero no el pago del alquiler de una vivienda, por ejemplo.
Como la pobreza que mide el Indec es en base a ese ingreso que surge de la Encuesta Permanente de Hogares, el informe remarca que una familia tipo pobre tiene ingresos promedios de $25.759, es decir, un 41,2% menos de lo mínimo indispensable para superar el umbral de la pobreza.
Y en materia de indigencia la brecha también es muy pronunciada. Una familia tipo para no ser indigente necesitaba al cabo del primer semestre del año $17.625, mientras que el promedio registrado por el Indec en el 10,5% de la población indigente fue de apenas $10.300,. es decir, un 41,6% menos.
No bastó incluso todos los esfuerzos que hicieron desde el gobierno y la inyección de fondos específicamente para atender a los sectores más postergados. Al 31 de agosto, el Ministerio de Desarrollo Social destinó cinco veces más de recursos para planes alimentarios, programas para la primera infancia y planes de empleo que en todo 2019. Se ejecutaron 150.000 millones de pesos sobre los $28.000 millones del año pasado.
Y a ello hay que sumarle la inversión en el programa ATP que hizo para los trabajadores del sector registrado más el bono IFE de 10.000 pesos para las poblaciones de mayor vulnerabilidad social y los trabajadores informales.
Consultado al respecto, el economista Sergio Chouza del Observatorio de Políticas Públicas de la UNDAV, sostuvo que la Argentina “hizo todo el esfuerzo suficiente para paliar la pandemia de coronavirus que tenía a su alcanza porque el país no tiene posibilidad de financiarse en el mercado como sí lo hicieron Chile y Colombia, que salieron a buscar deuda para hacer frente a la crisis del Covid-19 y, además, Argentina ya venía con un arrastre en materia de déficit, de déficit del financiamiento monetario al Tesoro”.
A su criterio, la gran virtud de las medidas sociales aplicadas por la administración de Alberto Fernández es que el bono IFE de $10.000, por ejemplo, “llegó a 2 de cada 3 hogares vulnerables” mientras que la asistencia salarial con el ATP cubrió “a la mitad de los trabajadores del sector privado”. “El monto de las transferencias no fue significativo, pero sí su alcance: se llegó a muchas personas”, remarcó.
De cara a los próximos meses, Chouza se mostró optimista y confió en que en la segunda mitad del año “sí se verá una reducción significativa de la pobreza con la reactivación de la economía”.
Ahora, dijo, las transferencias sociales “va a tener más incidencia a la hora de reducir los niveles de indigencia que de pobreza, un paliativo superior en las familias que ni pueden comprar alimentos”