Obdulio Rodolfo Giménez, nació en la zona rural del Monte del Tordillo, lugar conocido como generador y productor de carbonerías. Ya que la mayor actividad era desmontar los bosques de talas para quemar la madera en hornos de tierra, durante quince a veinte días y así producir carbón vegetal, que era vendido como combustible.
Nos cuenta Verónica Meo Laos, que en el proceso de avanzada contra el salvaje -como suele denominarlo la historiografía dolorense- se concretó la fundación del primer pueblo ubicado al Sur del río Salado. En 1817, en un ejido de tres cuartas leguas de frente por dos de fondo, situado entre las tierras de Julián Martinez de Carmona y Miguel González Salomón en las inmediaciones de los Montes del Tordillo, se creó el curato de Nuestra Señora de los Dolores, bajo la autoridad del Presbítero Francisco de Paula Robles y la Comandancia Militar y Política de las Islas del Tordillo a cargo de Pedro Antonio Paz. Un año después se fundó el pueblo de Dolores
El gran poeta Oliverio Girondo obtuvo una heredad en Tordillo, hecho que dentro de su obra denominada “girondiana”, impregnada de su propia experiencia de movilidad en la zona, es posible observar que el campo es una referencia constante. En su libro: Campo Nuestro (1946) el paisaje pampeano es el tópico vertebrador que da sentido a la constante mención al campo, por ello dio ese nombre al libro.
Allí precisamente, Obdulio se nutrió desde el campo mismo, desde la madre tierra, de los hombres y mujeres que lo rodeaban, de sus actividades, de sus músicos, de sus payadores, de las tradiciones, es decir de la esencia del “Ser Nacional”.
Nos menciona que admiraba a Martín Franco y a Marco Giménez, vecinos del lugar. El Encargado, de la estancia Las tres Leguas, donde trabajaban sus padres; Aníbal Beroqui, traía payadores del Uruguay al campo y realizaba festivales, a los que Obdulio concurría y mientras tanto se enriquecía con esos grandes y sabios hombres.
Soñaba desde niño tener una guitarra. Un día, sus padres, al volver del Pueblo de hacer las compras, le bajaron del vagón que los transportaba: una guitarra, marca Tango. Algo que recuerda con emoción y tan acertada fue la decisión del regalo, que rápidamente fue descubriendo las virtudes del instrumento, que en poco tiempo ya dominó.
Continuó su vida junto a la música folclórica y mientras trabajaba, ejecutaba su instrumento y recreaba la música que escuchaba. Empezó a cantar. Junto al Vasco Víctor Abel Giménez grabó su primer disco: “Mar del Plata, sueño y realidad”.
Conformó un conjunto, el trío: “Los del Monte”. Recorrió el camino, se dio el gusto de hacerlo.
Visitaba programas de radio de Buenos Aires, Uruguay, Brasil. Lo invitaban de todos lados. Recuerda en esa época –la radio era tocar, cantar, recitar versos, payadas. Unía a la gente el folclore. Descubriría, después que a “todo eso” se lo llamaba Tradición y que la tradición es una de las columnas que conforman una Nación.
Decía el general Don José de San Martín: “Para destruir un pueblo, hay que atacar su conciencia nacional y debilitar sus raíces.” Una Nación es su idioma, sus costumbres, su historia, sus tradiciones…
Ingresó a Radio Dolores LU27 a propuesta de Néstor Peñoñori y el Negro Giles. Le dieron un programa de media hora. Luego una hora y terminó con una hora y media. Compartió programas con el entonces, cantante Luis María Filomeno. Del que sabe que ahora ha vuelto a cantar.
Todo era cantar y cantar. Invitar cantantes y payadores. Era largo el programa y no era muy ducho para hablar, pero escribía una especie de guión, para hacer más interesante la emisión. Trasmitió en todas las fiestas regionales, Fiesta del Gaucho, del Ternero, de Santos Vega, del Caballo Criollo, hasta Cosquín y Jesús María.
Viajaba al Uruguay y Brasil. Tomaba contacto con los “grandes” disfrutaba y mientras tanto aprendía de ellos.
Realizó giras por Uruguay, cuna de payadores, por Paysandú, Tacuarembó, Rivera, etc.
Con la decadencia de Radio Dolores, quedó él solo con su programa, hasta que cerraron. Fue el último en retirarse.
Ante esta situación, su familia lo acompañó y ayudó a decidirse por tener su propia radio, a raíz de una licitación pública para una radio de Dolores, en 2001. Viajó, pagó el pliego de condiciones (que le llevaron todos sus ahorros). El pliego eran más de mil hojas. Debían ser pasadas por Escritura Pública. Lo hizo. Ganó la licitación, tuvo que esperar un tiempo, esperó. Mientras tanto compró sus equipos, los armó, los probó y al otro día salió al aire.
Ya había aprendido a tocar la guitarra, a cantar, a componer su propia música y le agregaba la letra. Había recorrido radios, televisión, festivales. Y tenía su propia radio.
Trasmitió festivales, entrevistas, recibió visitas de innumerables y grandes personajes. Fue reconocido y premiado en el Coliseo Podestá de La Plata, con el premio “Mejor Programa de la Provincia de Buenos Aires” por el Consejo de Ciencias Económicas en 1995.
Simultáneamente realizó un programa de TV por un año seguido.
Realizó un programa con catorce payadores, todos juntos en un mismo programa. A veces era acompañado por sus amigos Argentino Luna y Omar Moreno Palacios.
Pasaron cuarenta y dos años años y sigue siendo el mismo hombre, humilde, sencillo, humano, afectuoso, comprensivo.
Hoy serenamente nos cuenta su vida con el folclore, la música popular de nuestra Nación. Hombres como él la construyeron, la construyen. Afortunadamente lo escuchamos a través de su 97.1 Radio Centro. También escuchamos con agrado la música que nos hace oír y lo disfrutamos. Un trabajo en silencio que sale al aire como una propuesta y es parte de nuestra idiosincrasia dolorense.
Desde esta página lo saludamos, lo felicitamos por su gran aporte, hecho sin ruidos, sin alboroto, pero con profesionalismo y buen gusto. Por otros cuarenta años más estimado Obdulio Rodolfo Giménez!
Luis Augusto Raffo