Fue descubierta en la región de Capadocia hace 61 años, debajo de un sótano que conectaba con laberínticos túneles que descendían a una urbe para 20 mil habitantes.
Derinkuyu se llama la misteriosa ciudad subterránea encontrada en el sótano de una vivienda, en la región de Capadocia, en el corazón de Turquía, donde hay cientos de esos espacios debajo de la superficie terrestre, al menos 40 de los cuales tienen, incluso, dos niveles de altura.
Ninguno es tan grande, o ahora tan famoso. Se trata no de uno, sino de decenas y decenas de espacios conectados entre sí, o lo que es lo mismo: una gran ciudad subterránea.
Con 18 pisos, que alcanza 85 metros de profundidad y lo suficientemente grande como para albergar a 20.000 personas, Derinkuyu se conserva intacta gracias, sobre todo, a que también se mantuvo oculta.
Luego de diez años de análisis y estudio, desde Live Science explicaban que los arqueólogos habían llegado a la conclusión de que se construyó hace casi 2.000 años y podría haberse convertido en la “nueva” ciudad subterránea más extensa jamás conocida.
Ya aludía a ella, alrededor del 370 a. C., Jenofonte de Atenas, autor de Anabasis, la obra escrita más antigua, al mencionar a la gente de Anatolia, cerca de la región que acoge hoy Capadocia, que vivían bajo tierra en casas excavadas.
Podrían haber sido los hititas, el pueblo que dominaba la región en ese momento; o los frigios, alrededor del 700 a.n.e., si bien otros afirman que fueron los cristianos locales quienes la construyeron en el primer siglo d.n.e.
Lo cierto es que en 1963 un hombre que refaccionaba una casa, al tirar abajo un tabique del sótano encontró un túnel, que lo condujo a otro, otro y otro, y así sucesivamente, hasta comunicar con una serie de pasillos y cámaras. Y de ahí se abría una ciudad para 20 mil habitantes.
Los refugiados
El hallazgo podría datar del siglo VI al siglo X d.C., estimaron los expertos.
Es decir, todo apunta a que los cristianos bizantinos y los judíos todavía utilizaron Derinkuyu como refugio durante las invasiones árabes entre los siglos VIII y XII d.C.
Quizá el propósito principal del esfuerzo monumental para construirlo pudo haber sido como escondites de pueblos enemigos, lo que explicaría la presencia de piedras rodantes, usadas para sellar la ciudad desde adentro.
Las viviendas subterráneas se utilizaron al máximo en el momento de las incursiones islámicas del siglo VII en el Imperio bizantino, predominantemente cristiano.
Una evidencia palpable de esto sería que entre túnel y túnel existe una escuela misionera bizantina tradicional, con sus techos abovedados de cañón únicos de aquella cultura, completa, con salas adyacentes para el estudio, que se encuentra en el segundo piso.
Cuando estaba aislada del mundo de arriba, la ciudad estaba ventilada por un total de más de 15.000 pozos, la mayoría de unos diez centímetros de ancho, y que llegaban hasta el primer y segundo nivel de la ciudad, lo que aseguraba suficiente ventilación hasta el octavo nivel.
The Archaeologist tiene la teoría de que no solo estas habitaciones con forma de cueva se extienden por cientos de millas, sino que se cree que las más de 200 pequeñas ciudades subterráneas separadas que también se han descubierto en la región pueden estar conectadas a estos túneles, creando una red subterránea masiva.
Cada nivel de esta ciudad fue cuidadosamente diseñado para usos específicos.
El ganado se mantuvo en los establos más cercanos a la superficie para reducir el olor y los gases tóxicos que produce, así como para proporcionar una capa cálida de aislamiento vivo para los meses fríos.
Las capas internas de la ciudad contenían viviendas, sótanos, escuelas y espacios de reunión, detallan desde la organización.
También hay zonas de almacenaje de alimentos y bodegas con cubas para prensar y ánforas (tinajas altas de dos asas y cuello estrecho) donde los habitantes harían y conservarían vino.
Estas habitaciones, al final, indican que estaban preparados para pasar meses bajo la superficie.
En su libro Underground: A Human History of the World’s Beneath Our Feet (Subterráneo: una historia humana de los mundos bajo nuestros pies), el escritor científico Will Hunt apunta que existen muchas historias de personas en lo que ahora es Turquía que han encontrado agujeros en su tierra o, a veces, dentro de sus propias casas. Agujeros que se abrieron a extensos laberintos de túneles hechos por humanos.
Turismo
Desde la década de 1980, la ciudad cueva permite el acceso a turistas.
En 1985, concretamente, la región fue añadida a la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco.
En 2012 dejó de ser la más amplia, a partir de que un equipo de trabajadores de demolición descubrió casualmente otra red de túneles cerca de Neveshir, al sureste del país.
En muchos lugares del mundo existen famosas cavernas ricas en historias y pinturas rupestres que son explotadas turísticamente.
Pero ninguna en semejantes profundidades.
En San Rafael, Mendoza, por ejemplo, un atractivo arqueológico subyace en Las Tinajas, que es una reserva natural de 100 hectáreas, muy cercana a Valle Grande.
En recorridos de dos horas se incursiona en el mundo de los nativos que dejaron una huella imborrable a su paso en esta región.
A poco menos de 25 kilómetros de la ciudad de San Rafael, y considerado uno de los más importantes yacimientos arqueológicos de Sudamérica, se encuentra la “Gruta del Indio” o “Cueva del Indio”, localizada en formaciones volcánicas del distrito El Sosneado.
Con vestigios de 10.000 años de antigüedad, ya los grandes cazadores lo utilizaron como centro ceremonial.
NA