Ballenas en Miramar

La temporada de avistaje se extiende de julio a octubre y se las puede ver desde la costa.

El viento acaricia pero no azota. Es una mañana de sol y caminar por la costa miramarense es una delicia invernal porque el mar, lejos de la sudestada de días anteriores, parece calmo y más turquesa. No hay de esa espuma que se vuela y cruza la Ruta 2, que es la que nos trae desde Mar del Plata, a 50 kilómetros.

Mirar el horizonte es casi una actividad perfecta. Uno se enfrasca en sus pensamientos y respira hondo. Hay muchas razones hoy para respirar hondo y continuar.

Entre pensamientos, una sorpresa. El lomo de una ballena asoma negro y redondeado.

Entonces descubrimos que no es necesario viajar más al sur del continente para hacer avistajes. Las ballenas llegaron hace unos años a Miramar para quedarse.

Poco a poco, investigando, uno aprende que los meses ideales para verlas son de julio a octubre, cuando inician su ruta de tránsito obligado en el proceso migratorio y el lugar perfecto para observarlas de cerca es la zona de ingreso al Vivero Municipal.

La Fundación Cethus viene desarrollando desde 2013 un programa de investigación científica en las costas de Miramar, el cual da cuenta del comportamiento de ballenas y cetáceos, especialmente la ballena Franca Austral, cuya presencia, ha dado lugar incluso a capacitaciones y talleres de sensibilización, promoviendo el avistaje responsable.

Lo cierto es que la población de ballenas francas australes aumenta cada año

Además de la clásica área de reproducción en Península Valdés, es cada vez más frecuente observarlas desde playas como Miramar, Mar del Plata, Necochea, Pinamar y otros municipios costeros sobre el Atlántico.

Según los especialistas, en Miramar, se trata de la especie Eubalaena australis, que llega en invierno y se queda hasta bien entrada la primavera. La Fundación Cethus realiza relevamientos en forma permanente para conocer el uso del hábitat y comprender mejor su biología y ecología con el fin de generar estrategias de conservación efectivas. De hecho, el relevamiento con fotografías y drones permite su individualización y seguimiento a lo largo de los años y áreas geográficas mediante la utilización de técnicas no invasivas.

Los expertos enseñan a que las observaciones se deben realizar siempre desde la costa y, en caso de estar embarcados, no hay que acercarse a los animales ni molestarlos. “No hay que olvidarse que, más allá que la ballena Franca Austral sea un animal tranquilo que muchas veces se acerca a las embarcaciones por curiosidad, no deja de ser silvestre, pesa alrededor de 40 toneladas y se encuentra en su medio”, explican desde la Fundación. “De no manejarse correctamente y con precaución podría ser riesgoso tanto para las ballenas como para las personas que se acerquen a ellas”, agregaron.

La Ballena Franca Austral

Las hembras adultas de la especie Eubalaena australis, también conocida como Ballena Franca Austral, pueden alcanzar los 17 metros de longitud máxima y son más grandes que los machos, que llegan a los 15 metros de largo con un peso máximo de unas 40 toneladas. Son cetáceos misticetos, lo que significa que son ballenas que filtran el alimento con centenares de barbas de queratina (de hasta 2,5 m de largo) suspendidas de la mandíbula superior. Ellas se alimentan de crustáceos pequeños, principalmente krill y copépodos, pudiendo ingerir hasta 2 toneladas por día en la época estival.

Las hembras paren por primera vez cuando llegan a los 9 años y tienen una cría cada 3 años, con un año de gestación, un año de amamantamiento y uno de recuperación antes de una nueva preñez. Al nacer, las crías miden 4 metros y pesan una tonelada y a los 3 meses alcanzan unos 8 metros y pesan entre 7 y 8 toneladas. El período de lactancia dura un año aproximadamente, en las primeras semanas de vida pueden aumentar hasta 150 kg por día.

El Corredor Azul por el cual las ballenas cruzan de una punta a otra el continente, de sur a norte, en su ruta migratoria es otra de las maravillas de la naturaleza. La posibilidad de verlas retozar, alimentarse, exhalar aire por su orificio superior y escuchar ese ruido tan característico es un placer para quienes amamos la naturaleza. Y Miramar es un lugar perfecto para sentarse en la costa, prepararse un mate y tener la cámara fotográfica lista para disparar. Una foto que seguramente revolucionará tus redes sociales. Pero también tu imaginación.

Compartir este artículo