Pese a la distancia que supone, un equipo de astrónomos descubrió un agujero especialmente inquietante. Lo ubicaron a 8 mil millones de años luz de la Tierra, en una galaxia denominada 3C 186, y se trata de un agujero supermasivo que se desplaza a través del espacio a 7,5 millones de kilómetros por hora. Una increíble velocidad que le permitiría llegar en menos de 3 minutos de la Tierra a la Luna.
El agujero negro supermasivo se dirige hacia la Vía Láctea, pero eso todavía no es la mayor preocupación de los científicos. Saben que faltan miles de millones de años para que tenga posibilidad de arribar. La cuestión que los desvela es cómo se produce el fenómeno de desplazamiento, si se considera que el agujero negro en estudio pesa mil millones de veces lo que el sol.
Marco Chiaberge, líder de la investigación, y su equipo especulan con que el extraño comportamiento del agujero negro en la galaxia 3C 186 sea resultado de las ondas gravitatorias de otro par de agujeros negros que chocan. Las conclusiones definitivas las publicarán el 30 de marzo en la revista Astronomy & Astrophysics.
Hace más de 100 años, Albert Einstein había predicho un fenómeno semejante que involucraba ondas gravitacionales, las cuales definió como ondulaciones en el tiempo-espacio causadas por los potenciales eventos más catastróficos del universo.
El agujero negro en cuestión fue detectado en una imagen tomada por el telescopio espacial Hubble de la NASA. La mancha difusa que implicaba la galaxia 3C 186 contenía un punto curiosamente brillante, resplandeciente. “Pensé que estábamos viendo algo muy peculiar”, dijo Chiaberge en un comunicado de prensa.
Después de análisis pormenorizados, pudieron determinar su descomunal peso y velocidad a la que se dirige. A su vez, la imagen del Hubble ofreció una pista sobre el curioso desalojo del agujero negro del centro de su galaxia. Al parecer, la debilidad de la galaxia 3C 186 había llevado a fusionarse con otro sistema y, por añadi
dura, sus agujeros negros también se mezclaron.
Lo que sigue a continuación son conjeturas. El equipo teorizó que a medida que las galaxias chocaban, sus agujeros negros se rodearon a la vez que lanzaban ondas de gravedad “como el agua de un rociador de césped”, tal cual describieron. Como contienen diferentes masas y velocidades de rotación, los agujeros negros habrían enviado más ondas gravitacionales en una dirección que en otra.
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